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Monarquía Europea

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Trigésimo tercer aniversario de la Coronación de S.M. el Rey

Hoy (27-N) hace treinta y tres años se celebró en la Iglesia de San Jerónimo el Real la solemne ceremonia de entronización del nuevo Rey de España, oficiada por el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, cinco días después de la Proclamación de Don Juan Carlos I como Rey de España ante las Cortes Generales.

En la homilía de la coronación pronunciada por el cardenal, Tarancón ya adelantó la ruptura con el franquismo y el comienzo de una nueva época democrática. Sus palabras fueron reforzadas después por S.M. el Rey durante el almuerzo ofrecido a los altos dignatarios que habían acudido a Madrid para asistir a la ceremonia.

Que la izquierda se atreva a acusar al Rey de ser un reducto del franquismo a eliminar no es sino una demostración de lo poco que sabe o quiere saber de la historia. El día de la consagración de la Corona quedó más claro que nunca que la España de Don Juan Carlos I sería muy diferente a la que acabó con el fallecimiento del Generalísimo.

El consenso y sentido común que se desprendían tanto de la homilía de Tarancón como de las palabras pronunciadas posteriormente por S.M. el Rey lamentablemente son vilipendiados por el actual gobierno de Zapatero y sus aliados separatistas catalanes, vascos y gallegos. No estaría mal que se volvieran a leer los discursos de hace 33 años para tener presente lo que ha sido el buen hacer del Rey y de los políticos de entonces.

Al contrario de muchas otras Monarquías, en España el Rey no es coronado, aunque se viene a denominar la celebración de la consagración de la Corona como "coronación". La actual corona real data de tiempos del Rey Carlos III y tiene un valor meramente simbólico, ya que por su tamaño sería también imposible ceñirla sin más.

¡Por España, todo por España!

¡Viva España! ¡Viva el Rey!

Dossier: La Monarquía de Suecia

Este dossier se publicó en julio de 1992 en Monarquía Europea y se compone de tres artículos: Una pequeña introducción de nuestro amigo Anders Lundeval, de la Asociación Monárquica de Suecia, quien en su día nos envío un amplio material fotográfico por el que le estamos muy agradecidos; de otro sobre la Monarquía sueca en general del secretario general de la AME, Francesc Xavier Montesa, así como de un artículo de S.A.I.R. Don Otto de Habsburgo, publicado en aquella fecha en Paneuropa Intern y traducido para nuestra revista al español, que daba una visión de la nueva Suecia tras la derrota de los socialistas, que habían gobernado demasiado tiempo en aquel reino escandinavo. El album de la Familia Real contiene fotografías de aquella fecha.






Vuelve la esencia de la Monarquía
por Anders Lundeval Rojalistika Foreningen

El Reino de Suecia largo tiempo era un fuerte bastión del socialismo y republicanismo. La Monarquía se encontraba en grave peligro de ser abolida. Según un artículo en la revista Rojalisten de la Asociación Monárquica de Suecia, basado en un artículo de Göran Albinsson Bruhner publicado en el Svenska Dagbladet, en la década de los 50 la abolición de las prerrogativas regias más importantes fue consecuencia de que el Partido Conservador faltó a sus tradiciones monárquicas apoyando la nueva Constitución.

Actualmente, en Suecia el jefe del gobierno no es nombrado por el Rey, sino por el presidente del parlamento, lo que en ciertas ocasiones puede llevar a debates penosos al pertenecer éste a un partido político.

La revolución sueca de 1970, sin pérdida de sangre, no fue gloriosa. Hoy se considera que no fue más que un error al acabar con antiguas tradiciones.

En las elecciones al parlamento celebradas en septiembre de 1991, el gobierno socialdemócrata perdió y el presidente del parlamento tuvo que buscar un nuevo jefe de gobierno, pero como resultado de las elecciones, en la primera reunión se eligió presidente a Ingegerd Troedsson del Partido Conservador, quien nombró a Carl Bildt nuevo jefe de gobierno.

Se presentaron enmiendas para nombrar una comisión que revise la Constitución sueca de 1974. Esta comisión puede revisar también la posición del Rey y proponer que se le devuelvan sus prerrogativas más importantes, como por ejemplo la de nombrar al jefe del gobierno.

Los partidarios de la república cuentan con muy pocos seguidores en Suecia. SS.MM. los Reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia y sus hijos son muy populares en todo el Reino. Suecia vuelve a la normalidad y sus tradiciones, como el río revuelto a su cauce.

 

 

La Monarquía Sueca

por Francesc Xavier Montesa i Manzano
Si ha habido una época en la que el poder real en Suecia estaba firmemente establecido, fue en la llamada "era gustaviana", de 1771 a 1809. El fuerte compromiso de Gustavo III y de Gustavo IV Adolfo contra la Revolución Francesa y contra las ideas que la inspiraron sobre la división de poderes, el constitucionalismo y la democracia, llevó a los dos reyes a un agudo enfrentamiento con gran parte de los nobles y de los funcionarios en Suecia. Ello condujo al asesinato de Gustavo III en 1792, perpetrado por un grupo de nobles fanáticos adversarios de la autocracia real que aquél había instaurado. La derrota sufrida en la guerra contra Rusia en 1808 y 1809, con ocasión de la cual Suecia perió Finlandia, desembocó en un golpe de estado a raíz del cual fue depuesto Gustavo IV Adolfo, aprobándose una nueva constitución.

Después del golpe de estado de 1809 fue elegido Rey el Duque Carlos, tío del Monarca depuesto, con el nombre de Carlos XIII. Como este era ya de edad avanzada y carecía de hijos, hubo que elegir también un sucesor al trono. Primero se eligió como heredero al príncipe danés Carlos Augusto, pero al morir este al poco tiemo de llegar a Suecia, se eligió en el verano de 1810 al mariscal francés Juan Bautista Bernadotte, quien adoptó el nombre de Carlos Juan. Uno de los motivos de su elección fue el deseo de adhesión al bando de Francia y Napoleón, con la esperanza de recuperar Finlandia con su ayuda. Sin embargo, al convertirse Carlos Juan en regente del país depués de su llegada a Suecia como heredero al trono, cambió de línea en 1812 y se adhirió a la coalición contra Napoleón, ganando Noruega a los daneses en la paz de Kiel y obligando a ese país a formar una unión con Suecia en 1814, al término de una breve campaña. Dicha unión no fue disuelta hasta 1905. Derecha: El Rey Carlos XIV Juan a caballo. Izquierda: Princesa Josefina con Carlos (XV), Gustavo con bandera de la Unión y Óscar (II) y Hedwiga Eleonora 1829.

A pesar del fortalecimiento de la posición de los ministros establecidos por la reforma ministerial de 1840, por la cual aquellos se convirtieron en losm jefes de sus respectivos ministerios, durante el reinado de Óscar I (1844-1859), ejercieron principalmente como fincionarios del Rey, nombrados personalmente por él y dependientes políticamente de él. Derecha: Óscar I.

La situación cambió en la época de Carlos XV (1859-1872). El Consejo actuó como una unidad ya desde los primeros años de su reinado, jugando un papel decisivo en la política sueca en varias ocasiones. Ese fue el caso, por ejemplo, en la cuestión clave para el país de su relación con Noruega, de 1858 a 1860; en su toma de postura a favor de Dinamarca en la guerra con Alemania, en 1864, así como en lo referente a la reforma del sistema de representación, en 1866. Izquierda: Carlos XV (1826-1872).

Óscar II (1872-1907), por el contrario, intentó dirigir la evolución durante su reinado de una forma más activa que su hermano y predecesor. Por iniciativa propia, tomó contacto con las distintas personalidades políticas a las que trató de influir a través de conversaciones personales. También intentó valer la opinión del Rey frente al Consejo.

Sin embargo, no tuvo gran éxito en esos intentos de defender el poder personal del Rey, debido principalmente a que el parlamento, después del cambio del sistema de representación en 1866, que implicó la abolición del antiguo Parlamento de los Cuatro Estamentos y la instauración del de dos cámaras, se convirtiera en un órgano de poder cada vez mayor que apoyó al Consejo frente al Monarca.

El Rey Óscar II se resignó, al final, en la lucha por el poder personal del Monarca, si bien el combate definitivo tuvo lugar durante el reinado de su sucesor, Gustavo V. Al subir al trono en 1907, Gustavo V se negó a ser coronado, siendo con ello el primer Rey sueco que ocupaba el trono en esas condiciones. Los primeros diez años de su Reinado se caracterizaron por los intentos de Gustavo V de defender el poder personal. El conflicto culminó en 1914 con el llamado "Discurso del Patio de Palacio".

La disputa se refería en concreto a la cuestión de la defensa nacional, ya que el Rey exigía decisiones inmediatas para reforzarla, mientras que el gobierno liberal, que había llegado al poder debido, entre otras cosas, a sus promesas de desarme, quería ir avanzando paso a paso solamente.

Con objeto de apoyar la postura del Rey en esa cuestión, se organizó en febrero de 1914 la "Marcha de los Agricultores", acudiendo al Palacio Real de Estocolmo más de 30.000 agricultores de todo el país.

Gustavo V defendió el poder del Rey con energía y habilidad ante los agricultores en el patio del Palacio Real, pero esa lucha estaba condenada al fracaso. El Monarca había mostrado una clarividencia mayor que la de los dirigentes políticos en lo referente a la situación en el resto de Europa. En junio de 1914 sonaron los disparos en Sarajevo. En agosto estalló la Primera Guerra Mundial. En Suecia se produjo entonces la movilización general bajo el signo de la unidad. Sin embargo, el poder personal del Rey había pasado a la historia. A pesar de su derrota en la lucha por el poder personal del Rey, Gustavo V consiguió ganarse el afecto del pueblo durante su largo Reinado (1907-1950). Durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una especie de símbolo unificador. La Monarquía había conseguido, así, arraigar en la popularidad personal del Rey.

Durante su Reinado (1950-1973), Gustavo VI Adolfo siguió estrictamente las reglas establecidas para la Monarquía Constitucional. De esta forma, con sus cualidades personales, continuó aquella evolución y contribuyó quizás más que ningún otro Monarca a crear un tipo nuevo de Monarquía: la Monarquía Parlamentaria. Izquierda: Princesa Margarita (1882-1920), esposa de Gustavo VI Adolfo.

La gran aportación de Gustavo VI Adolfo a la historia de Suecia fue el saber transformar durante su Reinado al ritmo y estilo de la sociedad sueca actual, sentando con ello las premisas para que Suecia siguiera siendo una Monarquía con la Dinastía de los Bernadotte en el trono. Izquierda: SS.MM. los Reyes Gustavo VI Adolfo y Luisa de Suecia. Derecha: Princesa Margareta (1882-1920) primera esposa de Gustavo VI Adolfo.

Al subir al trono Carlos XVI Gustavo en 1973, aún no había sido aprobada definitivamente por el parlamento la nueva constitución. Por ello, las funciones y los deberes del nuevo Monarca siguieron siendo, durante los primeros años de su Reinado, los que establecía la Constitución de 1809. Formalmente, las funciones del Rey y su papel en la sociedad cambiaron sólo al entrar en vigor la nueva Constitución el uno de enero de 1975, pero en realidad, como Monarca, Carlos XVI Gustavo siguió ya desde el primer día la misma política que su presdecesor y su abuelo, dejando que las exigencias de los tiempos imprimieran el carácter de la forma de ejercer su cargo.

Las normas relativas a las funciones del Rey, contenidas en la Constitución de 1809, comenzaban con las palabras: "El Rey gobernará solo el Reino", y ese derecho suyo quedaba limitado únicamente por la obligación de consultar para ello al Consejo nombrado por él mismo.

La nueva Constitución comienza con las palabras: "Todo poder público en Suecia emana del pueblo", y de acuerdo con ello pone todo el poder político en manos el parlamento y del gobierno. Así, según la nueva constituición, las funciones del Rey son más bien de carácter representativo y ceremonial. Por encargo del gobierno recibe a otros jefes de estado y realiza viajes oficiales al extranjero. Las visitas oficiales tienen gran importancia para el fortalecimiento de las relaciones oficiales con otros países y para el fomento de los intercambios comerciales.

El Rey disfruta de inmunidad, es decir, que está libre de todo proceso por los actos que cometa, si bien uno puede hacer valer sus derechos civiles frente al Rey ante un tribunal. El Rey tiene que hacer la declaración de la renta sobre los ingresos y el patrimonio privado y pagar los impuestos correspondientes, como cualquier otro ciudadano sueco.

Según la Ley de Sucesión, que reemplazó en 1980 a la de 1810, el orden de sucesión a la Corona Sueca es completamente cognaticio en el sentido de que el heredero al trono debe ser primogénito de la pareja real, independientemente del sexo. Por consiguiente, la Princesa Victoria, nacida el 14 de julio de 1977, es la heredera del trono de Suecia.

Con el advenimiento del nuevo Monarca en 1973, Suecia pasó a tener un Rey que era dos generaciones más joven que su predecesor. Carlos XVI Gustavo, el Monarca más joven de la dinastía Bernadotte, tenía entonces la edad de 27 años, y al subir al trono el 19 de septiembre de aquel ño adoptó el lema: "Por Suecia - En el tiempo". En un discurso dirigido al gobierno, al parlamento y al pueblo de Suecia, que pronunció en la Sala Nacional del Palacio Real de Estocolmo, manifestó que con ese lema deseaba dar expresión a su ambición de cumplir los requisitos que se exigen de un Monarca moderno. El deseaba también que su lema fuera interpretado como una apelación a la comprensión y al desarrollo para el bien de Suecia.

Carlos XVI Gustavo contrajo matrimonio en 1976 con Silvia Sommerlath, quien se convirtió así en la Reina de Suecia. La Reina nació en Heidelberg (Alemania) el 23 de diciembre de 1943.

La pareja real tiene tres hijos: Victoria Ingrid Alicia Desideria, nacida el 14 de julio de 1977; Carlos Felipe Edmundo Bertil, nacido el 13 de mayo de 1979; y Magdalena Teresa Amelia Josefina, nacida el 10 de junio de 1982.


CRONOLOGÍA REAL EN SUECIA

993-1060: Primera Dinastía de los Yngling
1160-1130: Dinastía de los Stenquil
1134-1250: Dinastías de los Blondel y Suerquer
1250-1363: Dinastía de los Folcung
1363-1523: Reyes de diversas Casas
1523-1654: Dinastía de los Wasa

Gustavo Wasa, Rey de Suecia
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1654-1720: Dinastía Palatinado-Dos Puentes
1654-1660: Carlos X Gustavo
1660-1697: Carlos XI
1697-1718: Carlos XII
1719-1720: Ultica Elonora (+1741)
1720-1751: Federico de Hesse-Cassel

1751-1818: Dinastía Holstein-Gottorp
1751-1771: Adolfo Federico
1771-1792: Gustavo III
1792-1809: Gustavo IV Adolfo (+1837)
1809-1818: Carlos XIII

Desde 1818: Dinastía Bernadotte


1818-1844: Carlos XIV Juan
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1844-1859: Óscar I
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1859-1872: Carlos XV
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1872-1907: Óscar II
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1907-1950: Gustavo V
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1950-1972: Gustavo VI Adolfo
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desde 1973: Carlos XVI Gustavo
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La nueva Suecia

por Otto de Habsburgo Diputado del Parlamento Europeo
Desde hace décadas, Suecia, con su gobierno socialista, era la Meca para todas las fuerzas de izquierdas y, naturalmente, - como si no - también para los países del llamado Tercer Mundo. En los días de Olof Palme y de su sucesor, Ingvar Carlsson, no había ningún otro político socialista o comunista mejor conocido que no haya peregrinado a Estocolmo para estudiar el camino sueco de un "Socialismo con cara humana.

A ello se añadía la acción política. En Estocolmo no existían sólo asociaciones, fundaciones e instituciones, que con sus estudios y sus consejos políticos propagaran el pensamiento de los Regis Debray, Julius Nyerere, Kenneth Kaúnda, Daniel Ortega y Boff. No de menos importancia eran los congresos, de los que resultaron organizaciones internacionales como el Consejo Mundial de la Paz. La opinión del gobierno de que no había "ningún enemigo a la izquierda" permitía a las organizaciones comunistas de camuflaje que se desarrollaran hermosamente. Cuando la influencia de Moscú era demasiado evidente, siempre existía la posibilidad de un traslado a Praga.

En el interior del país se había creado una hegemonía de partido que bien mantenía formalmente la democracia, pero que en la práctica iba reduciendo paso a paso el espacio libre de las fuerzas no sujetas al poder. Se había llegado ya tan lejos que la oposición se encontrara sin hombres no representando ya ninguna verdadera alternativa.

En los últimos años se produjo una transformación significante en la oposición. Los cristiano-demócratas, que fracasaron hasta ahora, con una excepción, en la cláusula del 4%, recibieron una gran afluencia, sobre todo por parte de la juventud. El conservador Partido Moderata eligió a Carl Bildt como el presidente más joven de su historia. También por primera vez hubo una verdadera reconciliación entre conservadores y liberales y un programa conjunto. A la par con el descontento generalizado que se profundizó incluso en el grupo social de los obreros, esta situación llevó al resultado de las elecciones de septiembre de 1991, que dio la mayoría a los partidos burgueses liderados por Carl Bildt.

Desde la formación del gobierno mucho ha cambiado en Suecia. El ambiente es optimista. Se crean numerosas empresas, sobre todo medianas. Generalmente se espera ahora que la mayoría de centro-derecha cambiará realmente al país, con lo que comenzará una nueva era. Se bajan los impuestos, se reducen los gastos, y muchas de las vacas sagradas son sacrificadas. La política europea, que antes se llevaba con muchas reticencia, recibe ahora impulsos tan fuertes por parte del enérgico ministro Dinkelspiel que la incorporación a la Comunidad Europea es sólo una cuestión de pocos años.

Signos visibles a distancia del nuevo rumbo se marcan también en la política exterior y de desarrollo, especialmente por la ministra de asuntos exteriores, Af Ugglas, que pertenece a la directiva de la Unión Paneuropea de Suecia. Estos se hicieron patentes ya a pocas semanas después del cambio. Los visitantes en el ministerio de asuntos exteriores no eran, como hasta ahora, supuestos luchadores por la liberación contra el colonialismo de Africa, funcionarios del Vietcong de Vietnam o miembros del gobierno comunista serbio de Belgrado, sino verdaderos demócratas de Hungría, de las repúblicas bálticas, de Checoslovaquia y no por último de Eslovenia y Croacia, aunque la condición de Estado en este momento no había sido reconocida aún por parte de la comunidad internacional. Para hombres que hasta hace poco estaban encarcelados y que en las cancillerías occidentales se les volvió muchas veces la espalda, ha sido una vivencia grandiosa y alentadora.

Pero Estocolmo no se limitó a gestos diplomáticos. También en la política sopla un viento fresco, como ha demostrado un reciente acontecimiento.

Uno de los santos del altar de la ONU y de la consciencia mundial es el presidente de Namibia, Sam Nuyoma. Olvidados están sus antiguos delitos, los crímenes en campos de concentración de la SWAPO, los muchos actos de terrorismo realizados por sus correligionarios.

Resulta que recientemente el presidente Nuyoma se comprara por cuenta del Estado un avión por valor de 29 millones de dólares. La reacción de Suecia era que se alegrarían de que Namibia dispone ahora de suficientes reservas de divisas. Por tanto se podría suprimir las ayudas de desarrollo suecas para esta país. Hubo desesperadas protestas, pero sin resultado.

Este proceso verdaderamente único puede ser muy útil a Europa si los miembros de la CE siguieran el ejemplo de Estocolmo. Se debería comprender por fin que las ayudas de desarrollo son financiadas con los impuestos, el trabajo y los sacrificios de los ciudadanos. El dinero no les pertenece a las burocracias. Por ello debe ser gastado moderada y responsablemente. Publicado en Monarquía Europea Nº 5/6 - Año II - Julio/Diciembre 1992

La Coronación del Rey de Tonga

El pasado día 29 de julio de 2008 tuvo lugar la Coronación del Rey de Tonga Don George Tupou V, que siguió la tradición al más puro estilo británico. Es el único Rey actual que tiene el valor de mantener viva la simbología monárquica del acto de coronación utilizando todos los atuendos que caracterizaban estos actos y simbolizaban los poderes del Rey. Es también el último Rey con poderes absolutos y ya anunció al suceder a su augusto padre el Rey Taufa’ahau Tupou IV, fallecido el 10 de septiembre de 2006 a la edad de 88 años, que va a ceder la maayor parte de sus poderes al parlamento.

El nuevo Rey tiene la intención de ceder el poder al parlamento con el fin de modernizar las estructuras políticas del país. Puede parecer injusto (como comenta alguno) que aún exista alguna Monarquía absoluta, pero hay que tener en cuenta que el pueblo de Tonga nunca ha puesto en duda a sus Reyes y su Monarquía. No se pueden aplicar los esquemas europeos a cualquier país del mundo ni darv por hecho que un pueblo, por seguir con estructu ras políticas ancestrales, se siente infeliz.

Tonga no es España ni Estados Unidos, es un pequeño reino polinesio. El Rey no es un déspota, ni lo fue el penúltimo Rey de Ne pal, que al igual que el Rey de Buthan procedió a modernizar el país, un proceso interrumpido por el regicidio ejecutado por el príncipe heredero, lo que hizo que llegara al poder Gyanendra, que nunca debía haber subido al trono y no lo habría hecho en condiciones normales. Lo que gusta interpretar a algunos izquierdosos europeos no es lo que sienten otros pueblos a los que quieren imponer formas y estructuras de estado que nada tienen que ver con la voluntad popular ni con la realidad social de países con otras culturas y otras tradiciones. Y decir que la ceremonia en Tonga supone un despilfarro es una falacia, pues usan atuendos heredados de los Reyes anteriores, y aunque el coste de las ceremonias es alto para los presupuestos de Tonga, la ocasión se lo merece, pues comparado con despilfarros como los de nuestros políticos, que se dedican a comprar votos y repartir bombillas en lugar de crear empleo e infraestructuras, no me parece criticable, ya que supone también una importante proyección del Reino en el exterior fomentando el turismo. Estos comentarios sobre los costes ya han sido rebatidos con datos y no son más que demagogia barata que no se sostiene. Seguramente lo que gasta la Vicepresidenta de la Vogue en modelitos cada año (cada uno cuesta fácilmente seis mil euros) supera con creces lo que puede haberse gastado el Rey de Tonga en la ceremonia celebrada con símbolos y atuendos que de todas formas ya tenía. Como defensor de la institución monárquica celebro que se mantengan las tradiciones y lo aplaudo, pues los símbolos del estado y de la nación deben ser intocables y lucirse siempre que la ocasión lo aconseje. Ellos son la representación de la unión entre el pasado, el presente y el futuro, de la continuidad y la estabilidad de una nación encarnada en su Rey. En una ocasión única tras el largo reinado de su augusto padre, el Rey como máximo representante del pueblo y del país que forman la nación debe quedar investido con todos los simbolos de la Monarquía como expresión de los altos valores de la institución, valores de los que carecen precisamente los que se dedican a destruir a sus naciones con estrategias de desestabilización y centrifugación. Por eso exclamo con entusiasmo:
¡Larga vida al Rey! ¡Viva el Rey de Tonga!

A continuación algunas fotos de la ceremonia.

La Casa Real de Bulgaria

[archivo 1993]

GENEALOGIA

Existe un estudio muy curioso de la ascendencia de la actual Casa Real Búlgara en conexión directa con la Segunda Monarquía.

La dinastía Sajonia-Coburgo-Gotha comenzó a reinar enBulgaria en 1878. Por el académico de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, D. José Luis Sampedro Escolar, ha sido elaborado este árbol genealógico que enlaza biológicamente a S.M. el Rey Simeón II con la dinastía de los Asénidas:

JUAN ASEN I, Zar de los Búlgaros (1186-1196)

JUAN ASEN II, Zar de los Búlgaros +1241
casado con MARIA DE HUNGRIA

ELENA DE BULGARIA
casada con TEODORO II LASCARIS, Emperador de Nicea +1258

EUDOXIA LASCARIS, mujer de
GUILLERMO PEDRO DE VENTIMIGLIA, Conde de Tende, +1278

JUAN LASCARIS, Conde de Tende

GUILLERMO PEDRO II, Conde de Tende

GUILLERMO PEDRO III, Conde de Tende

GUILLERMO PEDRO IV, Conde de Tende

ANTONIO LASCARIS, Conde de Tende

JUAN ANTONIO LASCARIS, Conde de Tende +1509
casado con ISABEL D'ANGLURE

ANA LASCARIS, Condesa de Tende,
casada con RENATO DE SABOYA, Conde de Villars +1525

MAGDALENA DE SABOYA,
casada con ANA, Dique de Montmorency +1567

ENRIQUE DE MONTMORENCY, Condestable de Francia +1614
casado con LUISA DE BUDOS

CARLOTA DE MONTMORENCY,
casada con ENRIQUE DE BORBON, Príncipe de Condé +1646

ARMANDO DE BORBON, Príncipe de Conti +1666
casado con ANA MARIA MARTINOZZI

FRANCISCO LUIS DE BORBON, Príncipe de Conti +1709
casado con MARIA TERESA DE BORBON CONDE

LUISA ENRIQUETA DE BORBON CONTI +1759
casada con LUIS FELIPE, Duque de Orleans +1785

LUIS FELIPE II, Duque de Orleans +1793
casado con ADELAIDA DE BORBON-PENTHIEVRE

LUIS FELIPE I, Rey de los Franceses +1850
casado con MARIA AMALIA, Princesa de DOS SICILIAS

CLEMENTINA DE ORLEANS +1907, casada con
AUGUSTO, Príncipe de SAJONIA-COBURGO-GOTHA +1881

FERNANDO I, Zar de los Búlgaros +1948
casado con MARIA LUISA, Princesa de PARMA

BORIS III, Zar de los Búlgaros +1943
casado con JUANA, Princesa de SABOYA

SIMEON II, Zar de los Búlgaros

La Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía edita trimestralmente un Boletín con las últimas noticias académicas y de interés para el mundo de la heráldica y genealogía. La dirección es: c/. Quintana, 28 - 28008 Madrid.

LA CONVERSION DE LA DUQUESA DE KENT

por Amadeo-Martín Rey y Cabieses

Hace pocas semanas (referido a 1992) podíamos leer cómo siete obispos y cientos de sacerdotes y diáconos anglicanos habían optado por reconocer que el Papa es el Pastor Supremo de la Iglesia Universal. La mayoría han acatado, además, el credo católico. Esta deserción masiva, y tan significativa por quienes la realizan - no olvidemos que entre ellos está nada menos que el obispo de Londres Graham Leonard -, tiene causas profundas y antiguas. La reciente puerta abierta a la ordenación de mujeres, gracias a la Priests Measure, que convierte a la Anglicana en una Iglesia reformada más, o las corrientes a favor de una renuncia del Príncipe de Gales a ser futura cabeza - "Gobernador" - de la Iglesia de Inglaterra, han actuado sólo de catalizadores. Del mismo modo que, sin duda, ha obrado asimismo una decisión personal, íntima y meditada que ha tenido por protagonista a un miembro de la Familia Real británica: la Duquesa de Kent, que ha profesado la fe católica - ante el cardenal primado Basil Hume, en la capilla privada de la Archbishop's House, cerca de la catedral de Westminster.

Desde la promulgación del Acta de Supremacía, la ruptura de Inglaterra con Roma por parte de Enrique VIII, paradójicamente Defensor de la Fe (Católica), no ha constituido siempre una insalvable solución de continuidad. Durante el pasado siglo, el movimiento de Oxford y las conversiones de los cardenales Newman y Manning fueron momentos señeros de la crisis anglicana. Dentro de la Monarquía, la reina María Tudor - casada con nuestro Felipe II -, la Reina Enriqueta María - esposa de Carlos I - Carlos II o Jacobo II son ejemplos de reyes católicos de la Gran Bretaña. En la misma Casa protestante de Hannover, Jorge IV, siendo Príncipe de Gales, casó en 1785 con Mrs. Mary Fitzherbert, una viuda católica.

Carecería de exactitud decir, como se ha repetido estos días incesantemente, que la Duquesa de Kent es el primer caso de conversión a la Religión Católica, en nuestro siglo, de un miembro de la Familia Real. La Reina Doña Victoria Eugenia abjuró del anglicanismo el 7 de marzo de 1906, en la capilla privada del palacio de Miramar de San Sebastián - poco antes de casarse con Alfonso XIII -, aunque fuera por exigencias de nuestras leyes. Las bodas reales por doble rito, aún no se acostumbraban a celebrar. Todo ello sin contar con los matrimonios de príncipes ingleses con católicas, que han obligado a aquellos a renunciar a los derechos de la Corona, en virtud del Act of Settlement de 1701. Es el caso del propio hijo de la Duquesa, el Conde de Saint-Andrews - casado en 1988 con la católica canadiense Sylvana Tomaselli -, o de su cuñada, la princesa Miguel de Kent, nacida católica en Bohemia, hija única del Barón Günter von Reibnitz y de la Condesa Marianne Szápáry. Si esta ley no estuviera en vigor en la Gran Bretaña, la Corona hubiera recaído - en nuestreo siglo, - sobre los Wittelsbach, en la persona del actual Duque Alberto, Jefe de la Casa Real de Baviera. Y eso, después de haberse transmitido a través de los Orleans, Saboya y Austria-Este.



Otra de las consecuencias de la decisión de la Duquesa de Kent podría ser, sin duda, la revisión - una vez más, puesto que ya ha sido modificada desde su promulgación - de la mencionada Acta de 1701. Aunque su decisión no afecte a los derechos sucesorios de sus hijos - nacidos de anglicanos casados según esta Iglesia - este acontecimiento quizás anime a los políticos británicos a valorar la conveniencia de mantener, en un mundo en el que la separación Iglesia-estado y la libertad religiosa son hechos ya asumidos, la exclusión de los católicos de la línea de sucesión al trono. Pasados los tiempos en que un Rey, Enrique IV de Francia, podía exclamar alegremente "París, bien vale una misa", está claro que a la Duquesa de Kent no le han movido intereses humanos en su resolución. Especialmente porque, siendo quien es, no ha debido ser fácil adoptarla. Curiosamente, es novena nieta de Oliver Cromwell, presbiteriano y encarnizado enemigo de los "papistas" y de los Estuardos, uno de los cuales - Carlos I - hizo decapitar.

El palacio de Saint James, donde vive la ya nueva católica Katherine Lucy Mary, y la corte de idéntico nombre ante la que se siguen acreditando los embajadores extranjeros, han dejado de ser los mismos a partir del 14 de enero de 1994, en que con sus dos testigos - el Marqués de Lothian y su hija, lady Cecil Cameron -, recitó el Credo de Nicea. ¿Será el comienzo del cumplimiento de la profecía del santo italiano Domingo Savio (1842-1857) de que toda Inglaterra no tardaría en convertirse? Sólo Dios tiene la respuesta.

(Publicado en Monarquía Europea 1992)

Latinoamérica necesita urgente la Monarquía

por Mario Santiago Carosini
Movimiento Monárquico Argentino


Nuestra querida región iberoamericana es hoy, como hace mucho tiempo ya, un gran enfermo institucional.

Ahora bien, ¿está en franca mejoría o la salud de sus instituciones se deteriora rápidamente?

La Medicina Republicana dice ¡no hay problema! Y trata de disimular la historia clínica del enfermo (que habla por sí misma).

Al mirar su evolución, observamos que su situación se deteriora aceleradamente presa de un gran cáncer, que origina, a su vez, otras profundas complicaciones no menos importantes. Decidida y claramente, la concentración del poder se va adueñando de todos y cada uno de los órganos institucionales. Luego de muchos años de práctica, los latinoamericanos hemos perfeccionado la más terrible y virulenta enfermedad de laboratorio, "el absolutismo republicano". Los "autogolpes" confirman esta tendencia.

Mientras el absolutismo es un eslabón antiguo de la evolución de la Monarquía hacia su altísima concepción democrática actual, en Latinoamérica constituye, para la República, el norte hacia el cual tienden irremediablemente sus esfuerzos. Una realidad por cierto repudiable en virtud de los sufrimientos y vejaciones que debemos soportar quienes tenemos la desgracia de vivir bajo las zarpas de este Monstruo Institucional, que toda dignidad pisotea y envenena nuestras naciones con la intolerancia que genera.

Haciendo un esfuerzo de simplificación tenemos:

REPUBLICA
=
PODER EJECUTIVO
+
PODER LEGISLATIVO
+
PODER JUDICIAL


Si a los tres poderes de la república les sumamos el Poder Real, tenemos:

REPUBLICA
+
PODER REAL (CORONA)
=
MONARQUIA



Con estos esquemas estamos en condiciones de entender por qué los tres poderes que funcionan en la república (también contenidos por la Monarquía) se transforman, como en el cáncer, de células benignas en malignas, dañando la salud institucional de la nación.

Las instituciones latinoamericanas son un claro ejemplo de desequilibrio funcional, reflejado en el continuo adelgazamiento de las atribuciones de los poderes legislativo y judicial en beneficio del poder ejecutivo. La concentración del poder forma parte de la dinámica institucional republicana. Ello se debe a que en estas instituciones no se encuentran representados los intereses de largo plazo (es decir, la natural inclinación de supervivencia de la nación a través del tiempo) sino los de corto (o cortísimo) plazo, generalmente ligados a las mezquinas conveniencias demagógicas del representante de los intereses de la nación y del pueblo por ella representada. Esto es así porque en el Rey está representado el Poder Moderador, el Poder de Reserva y el fundamental Poder Afectivo, generalmente desdeñado por la plutocracia republicana.

Dicho de otro modo, en la Monarquía moderna el Jefe del Estado (Rey) representa los intereses a largo plazo (es decir, a la nación misma) y el Jefe del Gobierno (Primer Ministro) a los legítimos intereses a corto y medio plazo (Teoría de las Dos Soberanías). Resulta imposible que ambos intereses puedan ser eficientemente reunidos en una sola persona (presidente).

En este caso, la historia nos enseña que el largo plazo es sacrificado en aras del corto plazo, lo urgente aniquila lo importante y la demagogia termina oprimiendo a los ciudadanos en medio de la inseguridad jurídica y la dictadura, legalmente entronizadas. Así la inflación, inversamente proporcional a la ética del gobierno, se adueña de nuestros ahorros y destruye nuestras ilusiones. La operación tenaza es completada por el endeudamiento irresponsable para engordar estómagos gubernamentales. La Constitución del Reino de Argentina, en elaboración, incluye soluciones novedosas para esto.

En la República latinoamericana el presidente posee la suma del poder público (Jefatura del Estado + Jefatura del Gobierno), pretendiéndose el absurdo institucional de que sea parte (jefe de partido político, en el gobierno) y árbitro (ejercer el Poder Moderador), todo al mismo tiempo.

Así vistas las cosas, es fácil entender por qué Latinoamérica es el paraíso de los golpes de Estado, los dictadores y la corrupción. Nuestro desequilibrio institucional llamado República nos lleva a esto, recurrentemente.

La solución es obvia: Monarquía cuanto antes, para hacer realidad la genuina división de poderes y evitar el pisoteo de nuestros derechos. Sin Monarquía no tenemos identidad, ni justicia independiente, ni fuerzas armadas despolitizadas. Sin Monarquía nuestras naciones seguirán teniendo el apellido de "bananeras".

(Publicado en Monarquía Europea - 1992)

Brasil '93: REGRESO AL FUTURO

[archivo - 1991]
Nota: Evidentemente no se optó por el futuro. El referéndum fue saboteado por las fuerzas republicanas al adelantarlo seis meses y celebrarlo en pleno verano, con ello se infrigió un precepto constitucional.

Queda apenas año y medio para que el pueblo brasileño pueda, por fin, decidir libremente si desea restaurar la Monarquía o seguir con la república, instaurada en 1889 mediante un golpe militar propugnado por los terratenientes contrarios a la abolición de la esclavitud y apoyados por los EE.UU. de América, entonces en pleno apogeo hegemonista. Con la abolición de la Monarquía terminó un período de progreso marcado por los avances en el desarrollo tecnológico y democrático del país gracias al feliz reinado del Emperador Don Pedro II, amado por su pueblo, un monarca excepcional que supo elevar el prestigio de su país en el mundo. La república, conociendo el sentir general del pueblo, nunca cumplió la promesa de celebrar un referéndum sobre la forma de estado: sabía que tenía que perder. Y la Monarquía tampoco interesaba a EE.UU., que preferían mantener en el poder a un régimen dictatorial servil que a un Emperador democrático y popular.

Hasta el golpe militar del 15 de noviembre de 1889, Brasil venía atravesando 67 años de estabilidad, superando graves obstáculos. Era un fuerte contraste con todas las repúblicas hispanoamericanas, donde regímenes republicanos "democráticos"
ensayaban una sucesión interminable de caudillos y revoluciones, un cuadro hasta hoy vigente y ampliada con la entrada de Brasil en esta malograda forma de gobierno.

Es sintomático que, al saber de la partida de Don Pedro II, el dictador venezolano Guzmán Blanco había afirmado: Cayó la única república de América Latina".

En un entorno totalmente diferente, Brasil superó gallardamente el período marcado por la minoría de edad de Don Pedro II. Subido al trono con menos de 16 años de edad, el segundo monarca del Brasil comenzó a ejercer el poder moderador cuando era poco más que un adolescente; pero la solidez del régimen monárquico parlamentario permitió que el inicio de su reinado transcurriese sin mayores problemas. Vale recordar que durante el Segundo Reinado, con la Guerra del Paraguay, Brasil atravesaría más tarde uno de los períodos más difíciles de su historia.

Durante el reinado de Don Pedro II, Brasil era una nación próspera y progresista, que contaba con una moneda fuerte y la segunda fuerza naval más importante del mundo. Su estabilidad político-institucional era respetada por todas las naciones de América, desde los EE.UU. hasta Argentina. Disfrutaba el país de una auténtica democracia, donde, entre otras cosas, reinaba completa libertad de expresión y de imprenta. Es hasta una ironía constatar que fue justamente en este clima ampliamente apoyado por el propio Emperador, que eran ampliamente diseminadas las ideas republicanas que desembocarían en el golpe militar del 15 de noviembre de 1889.

En este país-continente, la Monarquía constitucional y parlamentaria consiguió el milagro de formar una única nación, coherente, con una absoluta identidad de rasgos culturales. El segundo Emperador inspiraba el cariño y la admiración de todos: cuando sugerían al presidente estadounidense Abraham Lincoln que escogiese entre el Rey de Italia o el Presidente de Suiza para mediar en le Guerra Civil Americana, Lincoln declaró que, si fuese el caso, preferiría llamar al Señor Don Pedro II de Brasil.

El golpe militar del 15 de noviembre de 1889 impuso al país una nueva forma de gobierno sin cualquier consulta a la nación.

En noviembre de 1889, el Mariscal Deodoro da Fonseca, en su Decreto nº 1, declaró provisionalmente instituida la república, hasta la celebración de un plebiscito por el cual el propio pueblo determinaría si aceptaba la nueva forma de gobierno o si prefería mantener la Monarquía constitucional que venía rigiendo los destinos del país desde la Independencia.

Vale, quizás, recordar aquí que la noticia de la "Proclamación de la República" fue cuidadosamente camuflada para así evitar reacciones populares. Es significativo que el embarque de Don Pedro II para su exilio fue realizado de madrugada, para que el pueblo no tomara conocimiento: era, en suma, la admisión tácita de que se acababa de practicar una inmoralidad, una agresión a los legítimos derechos y sentimientos del pueblo brasileño.

Gracias al trabajo desarrollado del Diputado Federal Cunha Bueno y de un grupo de otros brasileños que no consideran el patriotismo una virtud extinguida, la nueva Constitución brasileña prevé, en la Disposiciones Transitorias, el plebiscito que tendrá lugar el 7 de septiembre de 1993 a fin de que el pueblo brasileño decida por sí mismo la opción que juzgue es la mejor forma de gobierno para su país: si desea realmente proclamar la república, legitimándola, aunque con 104 años de retraso, o si prefiere escoger la Monarquía constitucional y parlamentaria.

Para alcanzar la victoria en 1993, es imperioso que todos los monárquicos unamos esfuerzos para el fin común: divulgar con profesionalidad y conocimiento de causa lo que representa la Monarquía y lo mucho que Brasil puede esperar de esa moderna y eficiente forma de gobierno.

Movimento Parlamentarista Monárquico

El Heredero del Trono de Brasil

¿Quién es el heredero del trono?

La cuestión de la legitimidad dinástica y del más apto heredero del trono

Aquí, lo monárquicos siempre conocíamos sólo un Príncipe Heredero del Brasil: Don Pedro de Orleans y Braganza. Pero con la victoria monárquica de lograr la convocatoria constitucional de un referéndum institucional, fueron muchos los que de repente se subieron al carro de la Monarquía. Aparecieron asociaciones monárquicas no coordinadas con los artífices parlamentarios alrededor de Cunha Bueno ni en contacto con los que mantuvieron la idea monárquica viva en tiempos de la "cláusula férrea" que prohibía toda actividad en favor de la Monarquía, como el IBEM de Río de Janeiro (Instituto Brasileiro de Estudos Monárquicos) del trágicamente fallecido Wim de Jesús Almeida Oliveira, precursor de Cunha Bueno. También reaparecieron príncipes que no contaban ya con la vuelta de la Monarquía.

Hemos, por tanto, a dos que representan la Casa Imperial del Brasil: Don Pedro Gastón y Don Luis. El primero es el primogénito del sucesor directo de Don Pedro II (línea primogénita), pero se da la circunstancia de que el padre de Pedro Gastón renunciara antes de tener descendencia, en 1908, renuncia que no está claro si fue aceptada por el Jefe de la Casa Imperial.

De este modo, pasó la Jefatura de la Casa Imperial al segundo hijo de la Princesa Isabel, Hija de Pedro II, Don Luis, de éste a Pedro Enrique, padre del actual Don Luis.

Según un exhaustivo estudio realizado por Armando Alexandre dos Santos, genealogista brasileño entendido en asuntos dinásticos, no hay duda de la legitimidad sucesoria de Don Luis.

Pero, a todas luces, tiene más inconvenientes que ventajas. En primer lugar, no está casado, no teniendo descendencia ni perspectivas de tenerla. Si esto no fuera ya bastante grave, cuenta con el apoyo de "Tradición, Familia, Patria", que financian su propio movimiento y habrán sido determinantes para su aparición en la escena pública. Está, por tanto, condicionado ideológicamente, una circunstancia que en el Brasil de hoy podría tener efectos negativos y que no concuerda con los valores que representa la Monarquía moderna.

Don Pedro Gastón, en cambio, siempre se ha caracterizado por su talante democrático y progresista. Y aunque de avanzada edad, cuenta con una numerosa descendencia que no pondría en peligro una sucesión ordenada al trono.

Este cisma legitimista, que no es muy conocido en general y no es tema de discusión pre-plebiscitaria, se trata de evitar con la propuesta realizada por el grupo de Cunha Bueno de que sea el Parlamento quien, ganado el referéndum por la opción monárquica, escoja el sucesor más idóneo. Una solución práctica, pero que resuelve un problema que podría ser muy grave y perjudicial para la restauración si se llegase a discusiones familiares sobre quién debe ser Rey.
(Publicado en Monarquía Europea N° 4 - 1991)